La Llorona de la Época
Segunda Parte


Pero olvidada o casi desaparecida la conseja de La Llorona es antiquísima y se generalizó en mucho lugares de nuestro país, transformada o asociándola a crímenes pasionales, y aquella vagarosa y blanca sombra de mujer, parecía gozar del don de ubiciudad, pues recorría caminos, penetraba por las aldeas, pueblos y ciudades, se hundía en las aguas de los lagos, vadeaba los ríos, subía a las cimas en donde encontraba cruces, para llorar al pie de ellas o se desvanecía al entrar en las grutas o al acercarse a las tapias de un cementerio.

La tradición de la Llorona tiene sus raíces en la mitología de los antiguos mexicanos. Sahagún [Bernardo de] en su Historia (Libro I, Cap. VI), habla de la diosa Cihuacotl la cual "aparecía muchas veces como un señora compuesta con unos atavíos como se usan en Palacio: decían también que de noche voceaba y bramaba en el aire…Los atavíos con que esta mujer aparecía eran blancos, y los cabellos los tocaba de manera, que tenía como unos cornezuelos cruzados sobre la frente." El mismo Sahuagún (Lib. XXI), refiere que entre muchos augurios o señales con que se anuncío la Conquista de los españoles, el sexto pronóstico fué "que de noche se oyeron voces muchas veces como de una mujer que angustiada y con lloro decía: --Oh hijos míos, que ya ha llegado vuestra destrucción! -- Y otras veces decía: --Oh hijos míos, dónde os llevaré para que no os acabéis de perder?-

La tradición es, por consiguiente, remotísima; persistía a la llegada de los castellanos conquistadores, y tomada ya la ciudad azteca por ellos y muerta años después doña Marina, o sea la Malinche, contaban que ésta era la Llorona, la cual venía a penar del otro mundo por haber traicionado a los indios de su raza, ayudando a los sojuzgasen.
Contribución de: El Nuevo Mexicano, 1917
Santa Fe, Nuevo México